Hoy en día, cada vez más niños y adolescentes recurren a las clases particulares cuando se trata de solucionar problemas o mejorar su rendimiento con el estudio. Pero, ¿cuándo son las clases particulares realmente necesarias y en que situaciones son verdaderamente útiles? ¿Cuáles son los motivos de que algunos estudiantes tengan dificultades con el aprendizaje? En este artículo, trataremos de resolver estas y otras dudas relacionadas con el mundo de las clases particulares.
Generalmente, las clases particulares suelen ofertarse a aquellos alumnos que tienen dificultades para aprobar en el colegio o instituto. Pero antes de decidir que necesitas un profesor particular, lo más importante es identificar la causa del problema. Existen muchos motivos por los que alguien puede verse en apuros a la hora de seguir las clases en el colegio; podría ser que no ve demasiado bien, o que tiene problemas de audición, o tal vez sufre algún trastorno como la dislexia.
Por otro lado, las circunstancias familiares como los divorcios, o la pérdida del trabajo de uno de los padres, o alguna enfermedad en su círculo cercano, pueden sin duda impactar al rendimiento académico de los alumnos. Y, por supuesto, las malas notas también pueden ser un reflejo de no estar a gusto en la clase o en el colegio adecuado, y de verse abrumado por este ambiente.
Teniendo en cuenta todas estas razones, es importante hablar con el niño o la niña y tratar de averiguar cuál es el verdadero problema detrás del bajo rendimiento escolar. De esta forma, además de ayudarle a mejorar en este ámbito, podremos atajar también la verdadera raíz del problema.
Si tu hijo se ve en alguna de las siguientes circunstancias, probablemente podría beneficiarse de recibir clases particulares:
Otro indicador para saber si a tu hijo podría le beneficiaría tener un profesor particular es la nota media del curso en el que se encuentra. Sí, en general, aunque vaya aprobando sus notas, se encuentran en el espectro más bajo, sería conveniente hacer algo. De ser este el caso, es probable que le esté costando incluso sacar ese aprobado, y que tenga problemas de base con la asignatura.
Contratar a un profesor particular es una buena solución en los casos en los que los padres no pueden ayudar a sus hijos, pero especialmente cuando la asignatura en cuestión es una que no controlan demasiado. Las discusiones en torno a los deberes, el estudio y las notas, pueden generar tensiones entre padres e hijos, lo que a su vez lleva a desmotivarlos en el estudio y acrecentar las dificultades de aprendizaje, en lugar de ponerles remedio.
En estos casos, recurrir a alguien externo, como un profesor particular, puede proporcionar una ayuda más objetiva con la asignatura problemática. Ya que así, el niño puede concentrarse y sumergirse en la materia en un contexto más neutral y sin esa carga emocional, lo que evitará distracciones.
Sin embargo, esto no significa ni mucho menos que los padres deban mantenerse al margen una vez que su hijo esté en manos de un profesor particular. Idealmente, deberían seguir apoyando a su hijo para averiguar el motivo de sus bajas calificaciones. También convendría que averiguasen si su hijo está cómodo/a con la idea de tener clases particulares. Si no tiene interés en ello y lo rechaza de entrada, las clases particulares no servirán de mucho y hay que buscar otro enfoque.
Igual de importante que la disposición del alumno frente a la idea de recibir clases particulares es tener una noción concreta de hasta cuanto deberían mantenerse estas. Las clases particulares deberían ser un recurso con el que conseguir salvar esos obstáculos que nos impiden avanzar en una asignatura, y, por tanto, deberían entenderse como algo puntual y con un objetivo concreto, en lugar de un refuerzo constante añadido a las horas de clase oficial que reciben cada día en el colegio. Esta idea se basa en que:
En primer lugar, con clases particulares constantes nos arriesgamos a que el alumno pierda su independencia y capacidad de aprender por sí mismo. Acostumbrado a tener ayuda a la hora de buscar soluciones, carecerá de motivación para intentarlo de manera independiente. Y, en segundo lugar, un colegio con un buen sistema académico debería transmitir la información y enseñar la materia de manera que los estudiantes sean capaces de desarrollar su potencial sin necesidad de recurrir a un profesor particular. Además, si los estudiantes terminan “sabiendo demasiado” gracias a las clases particulares, se corre el riesgo de que en sus clases oficiales se les adapte el material y se vuelva más exigente para que siga suponiéndoles un reto. Esto solo conseguirá que los alumnos sigan siendo dependientes de las clases particulares para evitar verse abrumados.
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